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Síntomas comunes experimentados por adultos sobrevivientes de abuso sexual infantil
El abuso sexual infantil puede tener efectos debilitadores duraderos a lo largo de la vida de los sobrevivientes. Las repercusiones del trauma sexual son profundas y de gran alcance, y afectan a todos los aspectos de la vida de una persona: física, psicológica, cognitiva y socialmente. Pero ¿por qué ocurre esto?
Por qué los sobrevivientes de traumas experimentan síntomas duraderos
Se dice que el trauma es algo que se experimenta con todo nuestro ser. En El cuerpo lleva la cuenta, el Dr. Bessel van der Kolk afirma: «Hemos aprendido que el trauma no es sólo un acontecimiento que tuvo lugar en algún momento del pasado; es también la huella que deja esa experiencia en la mente, el cerebro y el cuerpo. Esta huella tiene consecuencias permanentes sobre la forma en que el organismo humano consigue sobrevivir en el presente".
Durante los años de formación, los niños empiezan a establecer un sentido del yo y de la identidad interpretando sus experiencias, sacando conclusiones sobre su valía personal y, luego, construyendo una narrativa sobre el mundo a partir de esas experiencias. A medida que el cerebro sigue desarrollándose hasta la edad adulta, esos sistemas de creencias fundamentales crean cambios estructurales en el cerebro mediante la formación de neurovías y se convierten en la base de cómo se ven a sí mismos, establecen relaciones y reaccionan ante las situaciones.
Por ejemplo, cuando un niño se cría en un entorno de apoyo y cuidado, con límites claros, rutinas coherentes y una comunicación respetuosa, puede interpretar el mundo como algo seguro, establecer conexiones interdependientes de confianza y tender a ser flexible con sus expectativas. También pueden formarse creencias básicas saludables, como: «Soy ___» (por ejemplo, capaz, inteligente, fuerte, adorable, etc.). Por desgracia, el abuso sexual puede tergiversar la forma en que el niño se ve a sí mismo, ve el mundo y se relaciona con los demás. Cuando se experimenta un trauma sexual, el niño puede llegar a la conclusión de que «no puedo confiar en nadie», «es culpa mía», «soy ___» (por ejemplo, malo, inútil, sucio, que no se puede querer, una carga, estropeado, impotente, débil, un fracaso, inadecuado, etc.).
Cuando estas conclusiones destructivas se convierten en la realidad mal percibida del niño, todas las experiencias futuras se filtran a través de este sistema de creencias, lo que puede llevar al individuo a sentirse triste, ansioso, avergonzado, temeroso, confuso y solo. A veces, en un intento de gestionar estas emociones incómodas, el individuo intenta afrontarlas adoptando comportamientos poco saludables (por ejemplo, consumo de sustancias, conductas sexuales de riesgo, disociación, entumecimiento emocional, autolesiones, dormir demasiado, trastornos alimentarios, etc.). Cuando una persona utiliza estas conductas de afrontamiento mal adaptadas para enfrentarse a situaciones detonantes y emociones angustiosas, las vías neuronales vuelven a reforzarse.
Lo que se conecta, se activa juntamente
Respuesta al trauma en el cerebro y el cuerpo
Muchas víctimas de abuso sexual experimentan respuestas biológicas consideradas normales en un esfuerzo por hacer frente a una situación anormal. El sistema límbico, que actúa como un centro de mando, es un complejo conjunto de estructuras dentro del cerebro responsable de la respuesta al estrés de lucha o huida. Cuando se activa el sistema límbico, las glándulas suprarrenales y la hipófisis liberan rápidamente hormonas del estrés, como el cortisol, la adrenalina y la norepinefrina, que inician una cadena de respuestas fisiológicas en el sistema nervioso simpático que ayudan a la supervivencia.
Cuando las experiencias se interpretan como peligrosas, el cerebro y el cuerpo se preparan para la supervivencia, ya sea para luchar o para huir de la situación. El cerebro envía una señal para liberar hormonas del estrés en el torrente sanguíneo. El cuerpo responde dilatando las pupilas para mejorar la vista, se abren las vías respiratorias, aumenta la frecuencia cardiaca y la sangre rica en oxígeno se desvía del sistema digestivo y se redirige a los músculos. Cuando la amenaza se alivia y el peligro ha pasado, el sistema nervioso parasimpático, que actúa como respuesta de reposo y digestión, ayuda a regular las funciones corporales. Los músculos se relajan, el ritmo cardíaco disminuye, las pupilas se contraen, la tensión arterial baja y se reanuda la conservación de la energía.
Cuando alguien sufre abuso y las vías neuronales se ven reforzadas por creencias básicas negativas, las respuestas del sistema límbico pueden agravarse y dar lugar a una miríada de síntomas a largo plazo que perjudican el funcionamiento cotidiano. La activación repetida de la respuesta al estrés puede tener un efecto cada vez más negativo en el organismo. Unos niveles crónicamente elevados de hormonas del estrés pueden provocar dolencias físicas a largo plazo, como inmunosupresión, daños renales, problemas intestinales, dolores de cabeza, hiperglucemia, aumento de peso, insomnio, irritabilidad, depresión, ansiedad e hipertensión, lo que aumenta el riesgo de infartos de miocardio y/o accidentes cerebrovasculares.
Estudio sobre experiencias infantiles adversas
En 1995, Kaiser Permanente y el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades llevaron a cabo un estudio longitudinal con 17,337 participantes para medir los efectos de 10 experiencias infantiles adversas, referidas como ACE, por sus siglas en inglés, (por ejemplo, abuso emocional, abuso físico, abuso sexual, madre tratada violentamente, abuso de sustancias en el hogar, enfermedad mental en el hogar, separación/divorcio de los padres, miembro del hogar encarcelado, negligencia emocional y negligencia física). Este monumental estudio concluyó que cuanto más alta es la puntuación, mayor es el riesgo de que una persona desarrolle enfermedades cardiacas, cáncer, diabetes, alcoholismo, consumo de drogas ilícitas, estrés económico, depresión, intentos de suicidio, embarazos no deseados, violencia sexual, bajo rendimiento académico y muerte prematura.
El estudio reveló que el 64% de los adultos de Estados Unidos declararon haber experimentado un tipo de ACE, y el 17,3% de los adultos declararon haber experimentado cuatro o más tipos de ACE. Teniendo en cuenta la prevalencia de las ACE, combinada con los efectos físicos y psicológicos asociados, se ha calculado que las consecuencias para la salud relacionadas con las ACE conllevan una carga económica estimada en 748,000 millones de dólares anuales.
Síntomas comunes del trauma
Aunque la jornada de cada sobreviviente es única, hay retos y síntomas comunes a los que muchos pueden enfrentarse en su camino hacia la sanación, que pueden incluir:
Físicos
- Dolor crónico: dolores de espalda, tensión en cuello y hombros, dolores de cabeza, articulaciones, nervios, problemas gastrointestinales, etc.
- Sueño: insomnio, hipersomnia, pesadillas, parasomnia, parálisis, etc.
- Varios: fatiga, respiración superficial/hiperventilación, sequedad de boca, náuseas, vómitos, palpitaciones, temblores, sudoración, hipervigilancia, nerviosismo, inquietud, etc.
Psicológicos
- Adicción: drogas ilegales, medicamentos recetados, alcohol, fumar, vapear, etc.
- Evitación: situaciones, lugares y personas que recuerdan el trauma, contacto visual, procrastinación, falta de motivación, indecisión, expresión emocional, intimidad, relaciones, etc.
- Disociación: flashbacks, entumecimiento emocional, afecto plano y desconexión de pensamientos, sentimientos, recuerdos o realidad, etc.
- Baja Autoestima: lucha con sentimientos de culpa, vergüenza, valía personal, crítica excesiva de uno mismo, autoculpabilización, sensación de ser fundamentalmente defectuoso, autopercepción negativa, creencia de que nunca se es lo suficientemente bueno, perfeccionista, etc.
- Estado de ánimo: emociones desreguladas e intensas, fácilmente abrumado y sobre estimulado, ideación suicida, paranoia, ansiedad, depresión, ataques de pánico, rabia, desesperación, impotencia, desesperanza, irritabilidad, etc.
- Afrontamiento insostenible: trastornos alimentarios, abuso de sustancias, conductas sexuales de riesgo, pornografía, autolesiones, desatención de las necesidades médicas, agresividad, reacciones impulsivas, exceso de cumplimiento, ludopatía, compras incontroladas, ejercicio compulsivo, uso excesivo de redes sociales y videojuegos, etc.
Cognitivos
- Concentración: dificultad para tomar decisiones, retraso en el procesamiento de la información, alteraciones de la concentración, pensamientos rumiantes o intrusivos, pensar demasiado, obsesionarse, etc.
- Funcionamiento ejecutivo: dificultad para planificar, organizar, gestionar el tiempo, coordinar, autocontrolarse, resolver problemas y tomar decisiones.
- Memoria: dificultades con la codificación, el reconocimiento, la retención y el recuerdo.
Sociales
- Comunicación: evasión de temas profundos, necesidades no expresadas, verbalización de límites, discusiones, pasividad/agresividad, culpar, eludir la confrontación, actitud defensiva, interrumpir, etc.
- Intimidad: evitación del contacto físico, aumento de la sensación de vulnerabilidad, sensación de inseguridad, dificultades para establecer y mantener límites, miedo al abandono, incapacidad para establecer conexiones profundas, dificultad para establecer relaciones, apegos enfermizos, etc.
- Aislamiento: retirarse de las interacciones y actividades sociales, lo que provoca sentimientos de soledad, incapacidad para buscar apoyo o pedir ayuda, no salir de casa, etc.
- Relaciones: relaciones disfuncionales con la familia, los amigos y la pareja, control excesivo, codependencia, expectativas poco realistas, incapacidad para confiar, etc.
Cómo afrontar y controlar los síntomas del trauma
Aunque todo lo anterior explica «por qué» se producen síntomas comunes a largo plazo tras el abuso sexual infantil y describe «en qué consisten»estos síntomas debilitantes comunes, puede hacer que uno se sienta abrumado y/o tranquilizado. Es normal sentir una o ambas emociones simultáneamente. La tranquilidad puede venir con la idea de que «no estoy loca, y mis emociones no son una locura, pero lo que me ocurrió fue una locura» y la comprensión de que «hay una razón por la que me siento/actúo así». Ten la seguridad de que la jornada de sanación no tiene por qué acabar ahí.
El Dr. Dan Siegel, profesor clínico de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), acuñó la frase «ponle nombre para domarlo», en la que explica que cuanto más notes e identifiques tus emociones y sensaciones corporales, más fácil te resultará gestionarlas. Idealmente, discernir el «qué» y el «por qué» de estos síntomas ayudará a las sobrevivientes a reducir la vergüenza, fomentando la autocompasión y la comprensión de los pensamientos, las emociones y las reacciones corporales al trauma sufrido, al tiempo que aumenta su capacidad para afrontarlo eficazmente cuando se detona. Los sobrevivientes pueden aprender a responder en lugar de reaccionar a los detonantes mediante cambios de conducta intencionados, practicando repetidamente técnicas de conexión o enraizamiento y estrategias de afrontamiento saludables. Al hacerlo, las estructuras de su cerebro pueden adaptarse, crecer y cambiar mediante el proceso de neuroplasticidad que, en última instancia, hace que estos cambios sean más fáciles de mantener.
Entre estos pasos iniciales hacia la recuperación está reconocer que el abuso ocurrió y el impacto que tuvo en la propia vida. El reconocimiento es una práctica de sanación que implica mirar al pasado y al presente con claridad y mostrar compasión por dónde has estado y dónde estás ahora. Una segunda práctica de sanación es ser más consciente. La Atención Consciente consiste en prestar atención a propósito, con amabilidad y curiosidad, al momento presente. Por último, uno de los pasos finales para recuperar la esperanza es identificar una meta aspiracional hacia el bienestar. La aspiración es una práctica de sanación que implica dirigir tus pensamientos y acciones hacia la sanación. Este enfoque del pasado, el presente y el futuro abarca un marco holístico para la sanación del trauma.
A pesar de que las sobrevivientes experimentan muchos síntomas complejos, es esencial reconocer que la sanación es posible. Aunque el trauma sexual no es culpa tuya, la sanación es tu responsabilidad. Muchos individuos se han embarcado en la jornada de la sanación, haciendo diligentemente el trabajo y encontrando su camino hacia un lugar de prosperidad. Sus historias sirven como faros de esperanza, recordándonos que, a pesar de la oscuridad del pasado, hay luz por delante. Recuerda, la sanación no es lineal; está bien y es normal tener contratiempos en el camino. Sigue avanzando, paso a paso, y confía en que te esperan días mejores. Con paciencia durante la jornada, buscando apoyo, permitiéndote sentir y alimentando la autocompasión, la sanación se convierte en una posibilidad y en una realidad tangible. Cuídate, honra tu jornada y cree en el poder de la resiliencia para transformar el dolor en fortaleza. Juntos podemos crear un futuro en el que las víctimas de abusos no sólo sobrevivan, sino que prosperen.
Recursos de sanación de Saprea
En Saprea nos dedicamos a educar a los demás sobre el impacto del abuso sexual infantil, promoviendo pautas de comportamiento más sanas y abordando las respuestas de supervivencia de adaptación inadecuada. Aprovechando las últimas investigaciones, ofrecemos una amplia gama de recursos diseñados para sobrevivientes y sus redes de apoyo.