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Saprea > Recursos de sanación en línea > ¿Cómo afecta el trauma al cerebro y al cuerpo?

LOS EFECTOS DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL:

¿Cómo afecta el trauma al cerebro y al cuerpo?

Cuando nos ocurre algo traumático, experimentamos el trauma tanto a través de nuestro cerebro como de nuestro cuerpo.1 Podemos centrarnos en los sentimientos de angustia que estamos experimentando sin darnos cuenta de que nuestro cuerpo también está manifestando señales y síntomas físicos de la respuesta emocional. Por ejemplo, es común experimentar dolores de estómago, respiración superficial, trastornos del sueño y falta de concentración cuando estamos emocionalmente angustiados, aunque no siempre nos demos cuenta de que nuestro cuerpo está sufriendo junto con nuestro corazón. Los traumas se presentan de muchas formas y pueden ser el resultado de:

  • Un accidente.
  • Una enfermedad.
  • La pérdida de un ser querido por muerte o divorcio.
  • Un desastre natural.
  • Abuso físico, mental, emocional y/o sexual.
  • Actos de guerra.
  • Ser víctima de un delito.

Los efectos a largo plazo del trauma suelen experimentarse en las pequeñas interacciones o situaciones cotidianas que se acumulan y nos hacen experimentar un estrés tóxico. Dado que este trauma puede manifestarse de formas más sutiles y silenciosas, los sobrevivientes pueden a veces restarle importancia o desestimar su trauma, creyendo que lo que están pasando no importa en comparación con los desafíos de otros sobrevivientes. Muchos pueden experimentar el pensamiento: "Otra persona lo tuvo peor" o "Otra persona merece estos recursos más que yo". Queremos enfatizar que tus experiencias y tu trauma sí importan y que mereces encontrar la sanación más adecuada para tu jornada. Sea cual sea la forma que adopte tu trauma, es increíblemente importante aprender cómo ese trauma ha impactado en tu cerebro y en tu cuerpo para que puedas dar los siguientes pasos en el manejo de esos efectos.

¿En qué se diferencia el abuso sexual infantil de otros tipos de trauma?

Una forma de trauma particularmente dañina es cuando un niño es víctima de abuso sexual. Estadísticamente, la mayoría de los niños conocen al abusador,2 y en casi el 40% de esas situaciones el niño es abusado sexualmente como resultado de las acciones de un niño mayor o de un compañero.3 Estas estadísticas ponen de manifiesto la cercana relación que los niños tienen con la persona que ha abusado de ellos, lo que aumenta la complejidad de la experiencia traumática (los expertos suelen referirse a esto como trauma por traición). Suele ser muy confuso para un niño que confía -quizás incluso ama- a alguien que está abusando sexualmente de él. Estas emociones contradictorias pueden hacer que el niño cuestione su comprensión de la situación, su capacidad para confiar en los demás y su relación con su propio cuerpo.

Cuando un niño es lastimado por alguien que se supone que le debe proteger, es difícil para su mente en desarrollo ordenar la experiencia y dar sentido a la situación. Sin embargo, independientemente de la relación del niño con la persona que abusa de él, cada niño que es víctima de abuso sexual ha sufrido un trauma que ningún niño debería soportar. (Para saber más sobre nuestros esfuerzos para ayudar a los padres y a las comunidades a reducir el riesgo de abuso sexual infantil, visita la página de Prevención de Saprea).

¿Cómo afectan los traumas de la infancia al cerebro?

Un elemento importante para entender el impacto del trauma de la infancia es recordar que tanto el cerebro como el cuerpo están creciendo y desarrollándose activamente durante este tiempo. Mientras que nuestros cerebros y cuerpos continúan cambiando en la edad adulta, las etapas de desarrollo durante la infancia son formativas, lo que significa que nuestras experiencias en la infancia se trasladarán a la edad adulta y, en consecuencia, informarán sobre cómo nos sentimos acerca de nuestra seguridad, relaciones, habilidades y nuestro potencial personal.

El cerebro es un órgano complejo, y todavía hay mucho que aprender sobre sus funciones, capacidades y salud. Sin embargo, los estudios sobre el trauma y sus impactos en el cerebro nos han ayudado a comprender que hay dos áreas del cerebro que son especialmente importantes para trabajar con los sobrevivientes de un trauma: el sistema límbico y el lóbulo frontal. .

sistema límbico
Illustration of the brain highlighting the limbic system
lóbulo frontal
illustration of the brain highlighting the frontal lobe

¿Qué es el sistema límbico?

El sistema límbico desempeña un papel importante en nuestra función cerebral: alerta a nuestro cuerpo cuando percibe una amenaza. Puede ayudar a nuestro cuerpo a responder a una situación instándonos a entrar en modo de lucha, huida o paralización.

En el caso de luchar o huir, el sistema límbico le dirá a nuestro cerebro que haga lo siguiente:

  • Inundar el cuerpo de adrenalina.
  • Aumentar el ritmo cardíaco para bombear más oxígeno por el torrente sanguíneo.
  • Aumentar la disponibilidad de oxígeno haciendo que los pulmones se contraigan más rápidamente.
  • Tensar los músculos para prepararse para la lucha o la huida.

Todos estos cambios ayudan al cuerpo a tener lo que necesita para luchar o huir de la amenaza. Por ejemplo, si entras en una habitación y ves una gran serpiente en el suelo, tu sistema límbico podría responder inundándote de adrenalina, instando a tu cuerpo a saltar hacia atrás para defenderse, e incluso incitándote a gritar de angustia. Los músculos de las piernas pueden tensarse, preparándose para correr. O puede que te quedes paralizado en el sitio, por si la serpiente pudiera atacar.

Tanto si la amenaza percibida es una gran serpiente, un camión de carga que se desvía o un terremoto, la función del sistema límbico es de comunicar al cerebro y al cuerpo lo que hay que hacer para mantenerse a salvo.

El sistema límbico suele pasar por el mismo ciclo, tratando de preparar al cuerpo para protegerse del peligro. Sin embargo, en situaciones de abuso sexual, el cuerpo suele ser incapaz de escapar. El sistema límbico alarmado acaba inundando el cuerpo con adrenalina que no tiene dónde ir. En su lugar, este estrés no liberado puede permanecer retenido en el cuerpo mientras el cerebro funciona en un estado de alta alerta, constantemente en busca de señales de peligro, incluso cuando el abuso no está ocurriendo. Esta hipervigilancia continua crea un patrón en el cerebro del niño en el que su mente y su cuerpo se preparan casi siempre para responder a una amenaza potencial.

¿CÓMO INTENTA PROTEGERME EL SISTEMA LÍMBICO?

En el caso del abuso sexual infantil, que a menudo no es denunciado por el niño que lo sufre, el cerebro aprende a adaptarse a los sentimientos de peligro, miedo, vergüenza y confusión adoptando diversas estrategias de supervivencia. El cerebro puede bloquear otras fuentes de información para intentar procesar lo que está sucediendo. Por ejemplo, un niño que lucha por procesar su abuso puede ser incapaz de concentrarse en las tareas escolares o en otros aprendizajes (lo que puede tener un tremendo impacto en el éxito académico).

En otros casos, el cerebro puede interrumpir el recuerdo de los acontecimientos o disociarlo por completo, dejando al niño con períodos de tiempo que no recordará cuando crezca. Además, el cerebro puede tratar de proteger el cuerpo experimentando dolor físico, lo que puede alterar las hormonas de una manera que a menudo conduce a problemas de salud emocional y mental. El cerebro también puede aprender a asociar entornos u olores con el abuso, y así, cuando el niño se encuentra con entornos u olores similares en el futuro, el cerebro envía señales de alerta (normalmente llamados detonantes).

Muchas de estas estrategias de supervivencia quedan tan arraigadas en las acciones y respuestas cotidianas del niño que pasan a formar parte del sistema de comportamientos y hábitos del cerebro (el término más científico para esto es vías neuronales, y explicamos más sobre esto más adelante).

El cerebro y el cuerpo tienen que priorizar qué procesar y tratar. Como resultado, el sistema límbico da prioridad a la supervivencia, y nos alegramos de que así sea. Si eres sobreviviente de abuso sexual infantil, tu sistema límbico trabajó arduamente para protegerte del trauma que experimentaste, poniendo en marcha una serie de respuestas mentales, emocionales y físicas. Esas respuestas pueden haber servido para algo en el pasado, pero pueden estar impidiéndote sanar en el presente.

Por ejemplo, para ayudarte a sobrevivir al trauma del abuso, tu sistema límbico puede haber impulsado a tu cerebro, aún en desarrollo, a disociar mientras se producía el abuso. Esto significa que puedes haber experimentado la sensación de abandonar tu cuerpo y ver el abuso desde un punto de vista de tercera persona. Esta estrategia fue la forma en que tu sistema límbico ayudó a tu cerebro a distanciarse de una situación que, de otro modo, habría sido insoportable. Pero aunque esta estrategia era útil -incluso esencial- en ese momento de tu vida, puede que ya no sea la técnica más útil en la edad adulta. Ahora, la disociación puede hacer que te sientas en desconexión con tu cuerpo, alejado de tus propios pensamientos y emociones, o incapaz de comprometerte plenamente con el presente. Puede perturbar tu vida cotidiana y suponer un reto adicional para tu jornada de sanación.

Sin embargo, independientemente de las técnicas de supervivencia que tu sistema límbico haya utilizado en el pasado, y del nivel en que esas técnicas estén perturbando tu vida en el presente, la sanación sigue siendo posible, y ahí es donde entra en juego el lóbulo frontal.

EL SISTEMA LÍMBICO Y LA VENTANA DE TOLERANCIA

Lo interesante es que no siempre respondemos de la misma manera a todos los detonantes. Según nuestras experiencias pasadas, los distintos detonantes pueden provocar respuestas diferentes. Estas respuestas de lucha, huida o paralización pueden organizarse en dos categorías: hiperactivación e hipoactivación. Una señal relacionada con el trauma, un olor por ejemplo, puede detonar ira, mientras que ver a una persona que te recuerda el abuso puede detonar desesperanza.
Una forma de pensar en la hiperactivación y la hipoactivación es en el contexto de lo que se conoce como ventana de tolerancia, un concepto desarrollado por Dan Siegel, que es profesor clínico de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la UCLA.4 La ventana de tolerancia es el espacio en el que podemos elegir cómo dirigir nuestras respuestas a lo que nos ocurre en el momento presente. Cuando estamos en nuestra ventana, estamos conectados, atentos y somos capaces de tranquilizarnos y regularnos emocionalmente. Esto no significa que todo sea perfecto, ni siquiera que seamos felices, sino que podemos afrontar eficazmente lo que se nos presenta en ese momento. Este aprendizaje y crecimiento sirven para ampliar nuestra ventana de tolerancia y lo que podemos afrontar en el futuro. Sin embargo, hay veces en que se producen detonantes, estresores ambientales o estresores relacionales, y nos encontramos saliendo de nuestra ventana de tolerancia y entrando en estados de hipoactivación o hiperactivación.
LA VENTANA DE TOLERANCIA
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HIPERACTIVACIÓN (LUCHA/HUIDA)
Cuando nos encontramos en este estado, sentimos que lo que está ocurriendo en ese momento es demasiado para nosotros y que no podemos soportarlo más, lo que hace que nuestro sistema límbico entre en lucha o huida. A continuación, encontrarás una lista de síntomas frecuentes de hiperactivación.
  • Hipervigilancia
  • Manía
  • Comportamientos fuera de control
  • Dificultad de concentración
  • Autojuicio/ autocrítica
  • Imágenes intrusivas/ flashbacks
  • Respiración acelerada
  • Ira
  • Irritabilidad
  • Agresión verbal y/o física
  • Discusiones
  • Necesidad de control
  • Perfeccionismo
  • Impulsividad
  • Defensividad
  • Rigidez
  • Estallidos emocionales
  • Respuestas caóticas
  • Pesadillas
  • Dolor físico
  • Aislamiento
  • Boca seca
  • Temblores
  • Ansiedad/ pánico
  • Sentirse abrumado
  • Evitación
  • Inquietud
  • Sabotear las relaciones
  • Sentirse atrapado
  • Ejercicio excesivo
  • Pensamiento desorganizado
  • Abuso de alcohol, drogas, comida, etc.
  • Insomnio
  • Comportamientos/ pensamientos obsesivo-compulsivos
HIPOACTIVACIÓN (PARALIZACIÓN)
La hipoactivación es lo contrario de la hiperactivación. También es una respuesta al estrés, pero en lugar de participar en él, sentimos que nos apagamos. El cuerpo y el cerebro se sienten tan abrumados por el factor estresante que, como mecanismo de supervivencia, es casi como si se negaran a reconocer la presencia de ese factor estresante. La hipoactivación puede incluso ocurrir como resultado de estar en un estado de hiperactivación durante demasiado tiempo. A continuación figura una lista de síntomas comunes de la hiperactivación.
  • Disociación
  • Ralentización o alteraciones del tiempo
  • Desconexión
  • Entumecimiento
  • Desconexión
  • Separación de uno mismo
  • Actuar de forma autómata
  • Dolor físico
  • No mostrar emociones
  • Problemas de memoria
  • Rumiación sobre la falta de valía
  • Sentirse atascado
  • Depresión
  • Desesperanza
  • Impotencia
  • Vergüenza
  • Tristeza
  • Desesperación
  • Dormir demasiado
  • Exceso de cumplimiento
  • Parálisis
  • Confusión
  • Aislamiento
  • Agotamiento
  • Problemas de concentración
  • Falta de motivación

Sin importar cuáles sean los síntomas de hiperactivación e hipoactivación que experimentes, y hasta qué punto esas respuestas están perturbando tu vida en el presente, la sanación sigue siendo posible, y ahí es donde entra en juego el lóbulo frontal.

¿Qué es el lóbulo frontal?

El lóbulo frontal es el área del cerebro donde empleamos estrategias para evaluar, pensar críticamente y elegir la acción. Es en gran medida el centro de "toma de decisiones" del cerebro. Y esta parte puede aprender, incluso, nuevos patrones de pensamiento, comportamientos y estrategias.

Por ejemplo, volviendo al ejemplo de la serpiente, el lóbulo frontal es el área del cerebro que evaluaría toda la información disponible y llegaría a la conclusión de que la serpiente es artificial y forma parte de una broma. Entonces comunicaría al sistema límbico que no hay necesidad de entrar en pánico.

El lóbulo frontal se desarrolla activamente en la infancia (piensa en lo mucho que cambia un bebé durante sus primeros cinco años de vida) y continúa desarrollándose hasta bien entrada la edad adulta. De hecho, las investigaciones sugieren que el lóbulo frontal sigue creciendo hasta el final de la veintena o principios de la treintena de un adulto. Lo que esto significa es que el sistema límbico, que está activo desde la infancia, toma un papel más activo en la respuesta al abuso sexual en la infancia; el lóbulo frontal, que necesita mucha más información, experiencia y tiempo para crecer, no está preparado para hacer frente a las experiencias sexuales a una edad temprana, y mucho menos al abuso sexual. (Es por estas razones que Saprea afirma firmemente que un niño no puede consentir la actividad sexual, especialmente en situaciones en las que la actividad sexual es con un adulto o un niño mayor que están más avanzados en su desarrollo).

Lo que es especialmente emocionante sobre el lóbulo frontal (desde el punto de vista de la sanación del trauma) es la oportunidad que tiene un adulto sobreviviente de abuso sexual infantil de evaluar, pensar críticamente y elegir la acción. La capacidad del lóbulo frontal para aprender nuevos hábitos, emplear diferentes respuestas y pensar críticamente sobre una situación significa que, a pesar de la incapacidad de cambiar el pasado, definitivamente podemos cambiar nuestra experiencia en el presente y crear un futuro más satisfactorio.

¿Qué es la neuroplasticidad y cómo puede ayudarme a sanar del abuso sexual infantil?

La ciencia del cerebro se está desarrollando rápidamente, y todavía hay mucho que no sabemos. Sin embargo, en Saprea nos encanta hablar del increíble cerebro y de su potencial. El cerebro es capaz de adaptarse, crecer y cambiar (lo que se conoce como neuroplasticidad), la cual es una gran noticia para sobrevivientes de trauma.

Para explicar mejor la neuroplasticidad, es útil hablar de las vías neuronales. Las vías neuronales son comportamientos y hábitos arraigados que se convierten en una parte esencial de nuestra forma de actuar y responder a la vida cotidiana. Piénsalo así: imagina que caminas por un campo de hierba alta. Cuanto más camines por una zona concreta, más se aplastará la hierba. Y si caminas lo suficiente, la hierba puede dejar de crecer por completo. Si abandonas ese camino, tienes que pasar por el proceso de derribar la hierba en el nuevo camino. Llevará tiempo, pero al final tendrás un camino nuevo y despejado. Y si abandonas esos dos caminos y empiezas uno nuevo, con el tiempo la hierba empezará a crecer de nuevo y esos caminos anteriores serán menos visibles.

Las vías neuronales de tu cerebro son muy similares; cuanto más a menudo utilices una vía, más fuerte será el impulso del cerebro de utilizar y reutilizar esa misma vía. Así, si utilizas la misma ruta para ir al trabajo todos los días, tu cerebro utiliza tu memoria para activar la vía neuronal que sabe automáticamente cómo llegar al trabajo. Se convierte en algo tan rutinario, tan integrado en lo que hacemos y en lo que somos, que ni siquiera nos damos cuenta de que nuestro cerebro utiliza las vías neuronales para ayudarnos a navegar por la vida.

Dicho esto, se pueden crear vías neuronales para comportamientos y hábitos que nos sirven, así como para comportamientos y hábitos que impiden nuestro progreso. Los detonantes son un gran ejemplo de una vía neural perturbadora y frustrante. Con un detonante, el sistema límbico aprende a asociar algo (un olor, por ejemplo) con un acontecimiento traumático del pasado. Y cada vez que una sobreviviente se encuentra con ese olor, el sistema límbico recorre ese camino familiar y le dice al cuerpo que está en peligro, lo que a su vez activa la respuesta de supervivencia del cuerpo.

Esta es una respuesta muy natural, y nuestro cerebro y nuestro cuerpo trabajan juntos para asegurar nuestra supervivencia. Pero cuando no hay ningún peligro al que responder, la sensación del detonante es muy inoportuna y podría, por ejemplo, hacer que una sobreviviente huyera de un evento o actividad en la que no hay ninguna amenaza y pasara el resto del día sola, luchando con sentimientos de aislamiento y vergüenza.

La buena noticia es que, al igual que el campo de hierba alta, pueden desarrollarse nuevas vías neuronales y debilitarse las antiguas, gracias a la asombrosa capacidad de adaptación y crecimiento del cerebro. Utilizando el ejemplo anterior, cuando la misma sobreviviente practica una técnica de conexión (como la respiración rítmica) una y otra vez hasta que se convierte en un hábito muy usado, puede utilizar esa técnica la próxima vez que se encuentre con un factor detonante en un espacio por lo demás seguro. Así, en lugar de huir la próxima vez que se sienta detonada, la sobreviviente puede respirar profundamente, disminuir su ritmo cardíaco acelerado, calmar el sistema límbico en pánico y recordarse a sí misma que está en el presente y fuera de peligro.

Estas nuevas vías neuronales también pueden reforzar la comunicación entre el sistema límbico y el lóbulo frontal, que pueden trabajar mejor juntos para mantenerte a salvo. Recuerda que, a pesar de lo que pueda parecer a veces, tu cerebro y tu cuerpo están trabajando contigo, no contra ti. Tu sistema límbico no está roto, ni es malo, ni es algo que deba ser superado o suprimido; más bien, es una parte esencial de tu cerebro que está haciendo lo mejor que puede para protegerte basándose en las herramientas que estaban disponibles cuando comenzó el abuso. Ahora, a través del poder de la neuroplasticidad, puedes volver a enseñar a tu sistema límbico a utilizar herramientas y técnicas que te serán más útiles para servirte como adulto.

¿Cómo puedo reducir los efectos de mi trauma por abuso sexual infantil?

Saprea empodera a sobrevivientes de abuso sexual infantil al compartir herramientas y estrategias para fomentar el desarrollo de nuevas vías neuronales. Si eres sobreviviente de abuso sexual infantil, puedes encontrar beneficioso practicar estrategias de afrontamiento para ayudar a manejar tus síntomas. Al practicar las técnicas de conexión, interrumpes los viajes del cerebro por vías conocidas (pero inútiles). Y cuanto más practiques, más vías nuevas se desarrollarán y formarán parte de tus comportamientos y hábitos.

Gran parte del trabajo que harás en la sanación se centrará en las respuestas y los pensamientos intencionales, y te será útil comprender los beneficios de practicar el Reconocimiento, la Atención Consciente, y la Aspiración, mientras trabajas en la creación de una nueva red de vías neuronales.

Si bien no puedes revertir el reloj y proteger a tu yo más joven de tener que soportar el abuso sexual, ni puedes quitar los hábitos de afrontamiento poco saludables que hayas empleado para lidiar con el dolor del pasado, sí puedes abrazar la esperanza de que experimentarás la sanación. El trauma del pasado puede tener cada vez menos influencia en el presente porque tu cerebro, cuerpo y corazón son capaces de mucho.

Nuestros servicios para sobrevivientes de abuso sexual infantil

En Saprea, creemos que los sobrevivientes de abuso sexual infantil se empoderan a través de la educación. A medida que entienden mejor las conexiones entre el trauma de su infancia y las experiencias que tienen en el presente, se preparan mejor para abordar sus desafíos e identificar lo que necesitan hacer para encontrar la sanación. Visita nuestras otras secciones del sitio web, que incluyen los síntomas comunes asociados con el abuso sexual, así como nuestra biblioteca de recursos de sanación.

Si estás interesada en asistir a un retiro educativo en el que aprenderás sobre la conexión entre el trauma y el cerebro y el cuerpo, además de participar en una serie de clases y actividades experienciales y de creación de comunidad, visita el Retiro Saprea para obtener más información y para solicitarlo.

También puedes asistir al seminario web de sanación Saprea, una experiencia educativa gratuita en línea de 4 horas y media de duración, diseñado para ayudarte a poner en marcha tu sanación desde casa.

Saprea cree en el poder de las sobrevivientes que ayudan a otras sobrevivientes. Los Grupos de Apoyo Saprea son dirigidos por sobrevivientes en tu comunidad y pueden ser una excelente forma de sentirte conectada con otros. Encuentra o comienza un grupo de apoyo en tu zona.

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