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Apoyar consiste en ayudar a tu hijo a superar los altibajos, guiarle para que identifique sus emociones y crear espacios seguros para que comparta sus pensamientos y sentimientos.
Te recomendamos que Apoyes:
REGULACIÓN EMOCIONAL
ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO
¿Cómo se relaciona la estabilidad emocional con la prevención del abuso sexual?
AUTOCOMPASIÓN
EMPATÍA
REDUCCIÓN DE LOS COMPORTAMIENTOS DE ALTO RIESGO
Con el objetivo de fomentar la empatía en los niños en mente, es el momento perfecto para considerar que los comportamientos impulsivos pueden surgir de un deseo de entumecer o distraer de las emociones fuertes. En otras palabras, un niño -incluso tu hijo- puede comportarse de un modo que está fuera de su carácter cuando se siente abrumado por sentimientos que no sabe cómo manejar. Cuando estos sentimientos abrumadores hacen que un niño sienta que todo está fuera de su control, puede intentar crear áreas de su vida que cree que puede controlar recurriendo a sustancias, al acoso escolar o a otros comportamientos antisociales o de alto riesgo.
Esto también puede manifestarse como un niño o joven que causa daño sexual a otro niño, algo que puede crear impactos perjudiciales y a largo plazo para ambos niños, pero especialmente para el niño sobre el que se actúa. De hecho, las investigaciones indican que en más de la mitad de los casos denunciados de abuso sexual infantil, el sobreviviente sufrió abuso por parte de otro menor.1 En parte, por eso abogamos por enseñar a los niños la empatía, especialmente en asociación con los principios del consentimiento. Nuestro objetivo es que con una mejor comprensión y voluntad de practicar la empatía, y de respetar los límites y deseos de otro, habrá menos casos en los que el abuso sexual sea el resultado de las acciones de otro niño o menor.
¿Cómo puedo enseñarle a mi hijo a afrontar sus emociones?
La regulación de las emociones no es algo con lo que nacemos. Los bebés dependen de sus cuidadores para que les proporcionen consuelo y seguridad, a veces satisfaciendo sus necesidades físicas y otras mediante caricias o sonidos tranquilizadores. A medida que los bebés crecen y se convierten en niños pequeños y luego en mayores, aprenden sus propias formas de tranquilizarse y relajarse, haciendo cosas como tocar la punta de la nariz con una manta, arremolinándose el cabello o mecerse hacia delante y hacia atrás. Con el tiempo, necesitarán desarrollar estrategias adicionales para gestionar las emociones fuertes, y tú serás una parte fundamental de ese aprendizaje.
Puede resultar abrumador pensar en ser un modelo de regulación de las emociones para tus hijos, y si eso es lo que te pasa por la cabeza ahora mismo, no eres el único. Éste es otro buen momento para volver a la autocompasión, recordándote que vas a hacer cosas mal -quizás incluso muchas cosas mal- y que eso es algo muy humano. Tu humanidad crea una gran oportunidad para mostrar a tu hijo cómo es la autocompasión, para ofrecer disculpas cuando sea necesario y para corregir el rumbo cuando te des cuenta de que estás actuando de un modo que no está en consonancia con tus valores.
Ruleta de emociones
Aprender a afrontar las emociones requiere paciencia y práctica, tanto para ti como para tu hijo. Un buen punto de partida es nombrar la emoción que siente tu hijo. Nuestra ruleta de las emociones puede ser un recurso útil para que tu hijo encuentre palabras que describan lo que está experimentando.
Puedes invitar a tu hijo a que identifique la emoción (o emociones) más parecida a lo que está experimentando. A continuación, ayuda a tu hijo a darse cuenta de lo diferente que es la emoción o emociones que experimenta en su cuerpo. Puede que se sienta tembloroso, ruborizado, con el corazón acelerado, con mariposas en el estómago. Puedes ayudarle a comprender cómo influye la emoción en lo que siente su cuerpo. A continuación, respiren juntos profundamente tres veces y hagan una pausa para observar cómo se siente el cuerpo después de respirar. Puede resultar empoderador para un niño comprender que tiene influencia sobre las respuestas fisiológicas de su cuerpo a diversas emociones. Y, a medida que le ayudes a estar más conectado con las emociones que experimenta y a ser más consciente de ellas, puede que descubras que tú eres más consciente de tus propios sentimientos.
ACTIVIDADES PARA EXPRESAR EMOCIONES
MOVIMIENTO
ARTE
ATENCIÓN CONSCIENTE
¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a tener más confianza en sí mismo?
Sucede muy deprisa: un minuto tu hijo pequeño está bailando y cantando sin inhibiciones porque no tiene ningún concepto de que alguien critique su voz, sus pasos de baile o cualquier otra cosa. Y al minuto siguiente, vuelve del colegio con el corazón roto porque su mejor amigo en todo el mundo ha hecho un comentario despectivo sobre sus gafas nuevas. Donde antes reinaba la confianza, ahora estás muy consciente de la necesidad de ayudar a tu hijo a redescubrir y aferrarse a su valor intrínseco.
Sentirse capaz y apoyado puede fomentar la confianza. Es difícil dar valor a tu capacidad, o a tu capacidad potencial, si estás convencido de que esa capacidad no existe. Seguramente sabes a qué nos referimos, porque la falta de confianza en uno mismo no es sólo cosa de niños; como adultos, también nos cuesta creer en nosotros mismos. Si te preocupa que la confianza de tu hijo sea persistentemente baja, hay cosas que puedes hacer para estimularla.2
01
MUÉSTRALE
02
PERMITE LOS ERRORES
03
SOPESA LOS RETOS CON LOS ÉXITOS
Tu hijo puede gravitar y ceñirse a una cosa que se le da bien, o puede ir saltando de una cosa a otra sin darse tiempo suficiente para desarrollar habilidades. Darles la oportunidad de hacer algo que esté bien dentro de sus capacidades es gratificante. Y animarlos, apoyarlos y elogiarlos cuando se esfuerzan por probar algo nuevo puede darles un gran impulso de confianza. Tener un equilibrio entre ambas cosas ayuda a reforzar la idea de que ser bueno en algo es genial, y estar dispuesto a probar algo nuevo también lo es, aunque no les resulte fácil.
04
CUENTA CON LAS APORTACIONES
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ESCUCHA
06
DEDÍCALE TIEMPO DE CALIDAD
¿Cómo se relaciona la vergüenza con el abuso sexual infantil?
La regulación de las emociones y el aumento de la confianza también pueden ayudar a tu hijo a atravesar una de las emociones más difíciles que todos experimentamos: vergüenza. La vergüenza es un profundo sentimiento de indignidad por nuestra propia existencia.3 Cuando sentimos vergüenza, podemos experimentar una serie de síntomas, como sentimientos de inutilidad y fracaso, creencias negativas sobre nosotros mismos y el deseo de escondernos o aislarnos de los demás. La vergüenza puede afectarnos incluso físicamente, tal vez causando dolor, náuseas u otras sensaciones angustiosas en nuestro cuerpo. Podemos sentir el deseo de desaparecer, empequeñecernos o que nos trague la tierra.
Dado lo intensa y debilitante que puede resultar a veces la vergüenza, es fácil comprender cómo un niño puede sentirse abrumado por esta emoción o "atrapado" en ella. Sin las herramientas y el apoyo adecuados para gestionarla, un niño que experimenta sentimientos persistentes de vergüenza puede volverse más vulnerable a otros daños, como el abuso sexual infantil.
Lamentablemente, la vergüenza y el abuso sexual infantil suelen estar entrelazados. Esto se debe a que la vergüenza es tanto un factor de riesgo como un resultado potencial de dicho abuso. Por ejemplo, si un perpetrador se da cuenta de que un niño experimenta vergüenza con frecuencia, puede tratar de acondicionarlo ofreciéndole alivio, consuelo o una vía de escape de esa vergüenza y de otras emociones angustiosas. Un perpetrador también puede aprovecharse de la vergüenza del niño para mantenerlo callado sobre el abuso. Puede reforzar la vergüenza del niño con frases como: "Nadie te creerá", "Pensarán que ha sido culpa tuya" o "Tus padres se sentirán aún más decepcionados contigo de lo que ya están". El niño también puede intentar dar sentido a por qué alguien le haría daño, llegando a conclusiones como "no merezco que me protejan". "He hecho algo para provocar esto" o "Éste es el tipo de amor que merezco".
DE DÓNDE VIENE LA VERGÜENZA
Por muy poderosa y dolorosa que pueda ser una emoción como la vergüenza, reducir la vergüenza que siente tu hijo puede marcar la diferencia, no sólo para reducir el riesgo de abusos, sino para empoderarle para que acuda a ti si ocurre algo. ¿Cómo puedes ayudar a reducir los sentimientos de vergüenza de tu hijo? En primer lugar, puede ser útil comprender de dónde viene la vergüenza y cómo nos afecta. La vergüenza, como la regulación emocional, no es algo con lo que se nace. Más bien, es algo que aprendes a través de tus interacciones con los demás.
Según el investigador y médico Gabor Maté, la vergüenza suele desarrollarse por primera vez cuando un padre regaña o disciplina a un hijo. Esta interacción puede ocurrir en un momento de pánico, cuando quieres proteger a tu hijo de un daño inmediato. Imagínate a tu hijo levantando la mano para tocar una estufa caliente o corriendo en medio de una calle concurrida. En esos momentos, puede que grites, le tomes del brazo, le exijas que te escuche y muestre sentimientos de gran angustia. Estas respuestas son naturalesincluso necesarias, para comunicar peligro. Sin embargo, por muy justificadas que estén tus acciones, tu hijo puede sentirse avergonzado por ello. Puede que no entienda del todo por qué te enfadaste tanto. Y, puede llegar a la conclusión de que ellos son la razón, en lugar de sus acciones. Pueden pensar "soy malo", en vez de "he hecho algo malo".
REDUCE LA VERGÜENZA CON EL TRABAJO DE REPARACIÓN
Es importante hacer una pausa aquí y tener en cuenta un par de cosas. En primer lugar, eres humano y haces lo mejor que puedes. Ningún padre puede responder con calma y atención a todas las situaciones en todo momento, por muchas técnicas de respiración que practiques. En segundo lugar, estas interacciones entre padre e hijo son naturales, inevitables y universales. Es imposible criar a un hijo y que no se ocurran estos momentos de falta de comunicación y desconexión.
La buena noticia es que puedes reducir o aliviar significativamente esa vergüenza mediante el trabajo de reparación que sigue a estas interacciones negativas. "Trabajo de reparación" en este contexto se refiere a las acciones que emprendes para reparar las heridas que tu hijo pueda haber experimentado. Suele implicar que te des tiempo y espacio para calmarte, y que luego te acerques a tu hijo para discutir lo ocurrido. En estas conversaciones, puedes reconocer y asumir tus emociones fuertes en ese momento y discutir tranquilamente con tu hijo por qué hablaste como lo hiciste. Puedes reconocer que cometiste un error y disculparte por tu comportamiento. En otros casos, puedes aclarar que te molestaron las acciones de tu hijo, no él como persona. Estas aclaraciones ayudan a guiar la comprensión de tu hijo hacia "hice algo mal" y lejos de "soy algo malo". Como dice Kristin Neff, una destacada experta en autocompasión:
Sea cual sea la situación, los padres no dejan en manos de sus hijos el trabajo de reparación una vez roto el puente interpersonal. Si se les deja a ellos, es probable que el niño interiorice la vergüenza, que se convertirá en una bola de nieve con el tiempo, siendo reforzada una y otra vez por futuras interacciones. En cambio, como padre, es tu responsabilidad hacer el trabajo de seguimiento y mantener conversaciones de reconexión para reparar el puente. Al hacerlo, la vergüenza de tu hijo se reduce al comprender que no es intrínsecamente una mala persona; sale de la conversación reconfortado y reconectado, sabiendo que siempre cuenta con tu amor y tu apoyo, incluso cuando comete errores.
Y no sólo tu hijo se siente empoderado por estos momentos de reconexión. Como padre, puede ser alentador saber que, aunque no puedes controlar ni evitar estas rupturas del puente interpersonal, sí puedes controlar tu contribución al trabajo de reparación posterior, un trabajo de reparación que reduce la vergüenza, refuerza la confianza, fomenta la comunicación y enseña a tu hijo que cometer errores no cambia lo mucho que se le quiere y valora.
Enséñale a tu hijo sobre la autocompasión
PENSAMIENTOS DE AMABILIDAD
RESILIENCIA
HUMANIDAD COMÚN
Además de modelar la autocompasión y dejar espacio para los errores, otra forma excelente de alimentar la autocompasión de tu hijo es enseñarle la humanidad común. A menudo, cuando sientes vergüenza, tienes pensamientos como: "Todos los demás están bien, yo soy el único que lucha con esto" o "¿Por qué no puedo ser tan feliz como los demás?". Estos pensamientos pueden crear sentimientos de desconexión, aislamiento y soledad. La humanidad común, por otra parte, te anima a ver cómo tus experiencias individuales conectan con las experiencias de los demás. Te ayuda a reconocer que no estás solo, que el sufrimiento, el fracaso y la imperfección forman parte de la experiencia humana compartida. Cuando te das cuenta de esto, no sólo te sientes más conectado con los demás, sino que sientes más compasión hacia tus propias luchas.
Recordarte a ti mismo que todo el mundo sufre suena bastante sencillo, pero probablemente puedas ver cómo este patrón de pensamiento puede no resultar natural para todo el mundo, especialmente para los niños. Al fin y al cabo, con sus cerebros aún en desarrollo, los niños suelen verse a sí mismos como el centro del universo. Esto, combinado con su increíble capacidad para lamentarse, puede hacer que cualquier angustia o preocupación parezca catastrófica. Un momento vergonzoso en el colegio parece el fin del mundo. Y un mal día no es sólo un mal día, sino el peor día posible que nadie haya tenido jamás.
Cuando tu hijo experimenta un reto o una dificultad, lo más probable es que responda: "Nadie más sabe por lo que estoy pasando. Nunca le ha pasado algo tan malo a nadie más que a mí". Es en estos momentos cuando puedes enseñar a tu hijo la humanidad común. Sin minimizar ni invalidar sus preocupaciones, puedes explicarle que no está solo, que muchas otras personas saben exactamente lo que siente y que lo que le ocurre forma parte del ser humano. Otra cosa maravillosa de la humanidad común es que refuerza la compasión de tu hijo, no sólo hacia sí mismo, sino hacia los demás. Esto enlaza con el fomento de la regulación emocional y la empatía descrita anteriormente.