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HISTORIAS DE SOBREVIVIENTES

Esa niña era muy fuerte

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Cuando pienso en mi infancia, a veces pienso en lo sola que me sentía. Me sentía diferente a los demás. A veces pensaba que me sentía especial, pero la mayoría de las veces creo que lo que realmente sentía era vergüenza. Mi trauma empezó a los 4 años, por un tío, y luego continuó con más personas en las que confiaba, incluido mi pediatra, hasta que tuve 23 años. Sinceramente, no sé cómo lo superé. Miro atrás y pienso que aquella niña era muy fuerte porque tenía que serlo.

A medida que crecía, me sentía menos fuerte y más fuera de control. Me sentía triste, asustada, loca, ansiosa y no podía tener un novio o una relación como todo el mundo porque tenía miedo de que me tocaran. Recuerdo que cuando tenía 20 años me uní a un grupo de mujeres que habían sufrido abuso sexual y la líder del grupo me preguntó quién era mi pediatra. Se lo dije y se fue al lugar donde mi pediatra seguía ejerciendo. Cuando volvió al grupo, dijo, delante de todos «He hablado con alguien que conoce a tu pediatra, y es un hombre muy destacado y nunca haría algo así». Pues bien, ahí iba otra persona de confianza, alguien que se suponía que me apoyaba y creía en mí. Me hizo sentir como una mentirosa, lo que me causó aún más vergüenza.

Cuando compartía mis abusos con quienes yo creía que eran personas de confianza, algunos me decían cosas como: «¿Por qué no le dijiste nada a nadie?» o «No fue tan grave si no te violaron». Esto me causaba cada vez más vergüenza. No volví a hablar de ello con nadie durante muchos años. No hasta que conocí a mi ex marido. Por desgracia, mi matrimonio no duró, pero de él tengo dos hijas preciosas. Mi ansiedad las afectó de muchas maneras porque no entendían por lo que había pasado y no pude contárselo hasta que se convirtieron en mujeres. No se los contaba porque sentía vergüenza. Cuando por fin se los conté, entendieron por qué actuaba como lo hacía con muchas cosas, siendo sobreprotectora, etc.

En resumen, estuve en terapia durante años y lidié con mucha rabia y decepción. Sentía que estaba muy lejos en mi jornada de sanación. Hasta que fui al Retiro Saprea y conocí a mis hermanas allí, no me di cuenta de que aún tenía mucho más con lo que lidiar. También sentí que tenía un grupo de mujeres cariñosas, atentas y comprensivas, y que podían identificarse conmigo. Por fin había desaparecido la vergüenza; ya no tenía que sentirme así.

No importa lo avanzada que estés en tu jornada, el mero hecho de contar con personas que se preocupan por ti y te apoyan es muy sanador. Sigo en contacto con estas hermosas almas. Seguimos llorando, riendo y compartiendo historias juntas, y sentimos un vínculo muy especial entre nosotras. Es un vínculo que nunca se romperá. Somos fuertes, somos bellas y lo único que siempre llevaré conmigo del Retiro de Saprea es: ¡#YoSoySuficiente!

-Debbie, Sobreviviente