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HISTORIAS DE SOBREVIVIENTES

Todo lo que deseas está al otro lado del miedo

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Crecí en el oeste de Nueva York con los integrantes de mi familia: dos hermanos y una hermana. Mi madre nos educaba en casa mientras mi padre trabajaba fuera y mantenía a la familia.

Mi madre tenía un hermano menor que siempre andaba metido en líos y que empezó a quedarse con nosotros de vez en cuando. Durante un periodo de unos cuatro años, desde que tenía unos 9 años hasta poco antes de cumplir los 13, sufrí abuso sexual y fui violada por el hermano de mi madre.

Cuando por fin conté lo ocurrido, afortunadamente me creyeron. Fue a la cárcel durante unos años. Luché aquí y allá, pero para ser completamente sincera, no comprendía del todo la gravedad de la situación de lo que había ocurrido. A los 15 años fui a un viaje misionero a la India durante tres semanas y fue allí donde reconocí que me había pasado algo. No cambiaron muchas cosas durante mi adolescencia.

Mi vida siempre ha girado en torno a los caballos, siempre han sido mi pasión. Nunca se me permitió tener novio. Sin embargo, conseguí un trabajo en una granja lechera local donde ordeñé vacas y alimenté terneros durante casi cuatro años. También sufrí acoso sexual verbal y físico, pero seguí trabajando allí porque me encantaba el trabajo, estaba fuera de casa y me decían que era la mejor ordeñadora del lugar. Así que aguanté y nunca dije una palabra.

A los 17 años, dejé el instituto y me mudé para trabajar como gerente en una granja de caballos de alto nivel. Poco después, quedé embarazada (¡intencionadamente!) y mi prometido y yo dimos la bienvenida a nuestra primera hija en la primavera de 2010, a la que siguieron nuestro hijo y nuestro matrimonio en otoño de 2011, y el nacimiento de nuestra segunda hija en enero de 2015.

Y fue entonces cuando me derrumbé.

Sólo un par de semanas antes del nacimiento de nuestra hija cayó la bomba. Mi madre vino una tarde de diciembre, sin avisar, para hablar. Sabía que algo iba mal. Y algo iba muy mal. Más de diez años después, su hermano volvió a hacerlo. La niña sólo tenía 10 años. Mi marido asistió a todos los procedimientos judiciales aquel verano. Todo lo que consiguió fue un tirón de orejas, algo menos de 5 años por 2 cargos de violación.

Desde entonces, he permitido que mi vida sea un desastre. Todo lo que pude reprimir de niña salió a la superficie por lo que le ocurrió a aquella chica. Sé que no es mi carga, pero llevo la responsabilidad de lo que le pasó.

A causa de lo ocurrido, nuestro matrimonio se fue a pique. Me cerré por completo, en modo supervivencia. Había mucho dolor y amargura entre los dos. Hace un par de años fuimos a un retiro llamado Amor por el que Vale la Pena Luchar y fue allí donde decidí que valía la pena luchar por mi matrimonio. Unos meses antes, mi marido me había hablado de un retiro en Utah para mujeres que habían sufrido abuso sexual al que él creía que yo debía ir, pero yo estaba totalmente en contra. Pero algo cambió aquella noche y decidí que había que luchar por mi matrimonio. Así que, hace poco más de un año, fui a Utah al Retiro Saprea. Allí encontré mi voz. Volví a casa y me sometí al asesoramiento que tan desesperadamente necesitaba.

Y las cosas están mejorando. No son perfectas, pero mejoran. Tengo la gran suerte de tener un marido que se preocupa de verdad y que se esfuerza por comprender lo que es ser una sobreviviente. A lo largo de esta alocada jornada he aprendido que Dios permite que las cosas sucedan por una razón. No importa lo horribles que sean. Puede que no siempre me guste, pero puedo aceptarlo o luchar contra ello, y luchar seguro que no me funcionaba.

Ahora estoy orgullosa de lo que soy, y orgullosa de hablar y usar mi voz. Siento que lo que pasé de niña me hace comprender a los que sufren en lo más profundo de su ser. Y quiero utilizar mi voz para ayudar a sanarlos. Estoy orgullosa de mi trabajo con caballos y de nuestro negocio de entrenamiento, pero no sólo eso, también trabajamos con veteranos y caballos salvajes, mesteños para ser exactos, y se están sanando mutuamente. Puedo verme en ellos y puedo ver tan claramente a veces por qué Dios permitió que ocurrieran algunas de las cosas de mi vida, que puedo tener empatía, compasión y una comprensión clara de las emociones y sentimientos que tienen estos veteranos y caballos.

Convertirse en víctima no es una elección. Convertirse en sobreviviente, e incluso prosperar, sí lo es. Todo lo que deseas está al otro lado del miedo. Nuestro trabajo no consiste en negar nuestra historia, sino en desafiar el final y levantarnos con fuerza, reconocer nuestra historia y buscar la verdad hasta llegar a un lugar en el que pensemos que sí, que esto ocurrió. La sanación es un proceso y el crecimiento es algo que dura toda la vida. Esta es mi verdad. Y yo elegiré cómo acabará mi historia. No soy lo que me ocurrió, ¡soy una guerrera! ¡Soy una mujer victoriosa y me elevo más alto que nunca! Seguiré adelante en mi jornada y nunca, nunca me rendiré.

No hay palabras para expresar lo agradecida que estoy a Saprea y a todo el ejército que hace falta para librar esta lucha. Me dieron mi voz y seguiré elevándome para siempre levantando a los demás, ¡y nunca más me silenciarán! ¡Gracias!

-Emma, Sobreviviente