Siempre hay esperanza
Pasé la mayor parte de mi vida temiendo que si la gente me conociera de verdad me odiaría tanto como yo me odiaba a mí misma. Me sentía rota y sola. Odiaba las citas porque, al final, tenías que tener «esa» conversación.
Poco a poco empecé a darme cuenta de que nadie me odiaba, sino yo misma. Di un pequeño paso para empezar a quererme. Elegí una cosa que me gustaba de mí. Mis ojos. Escribí por qué me gustaban mis ojos, los describí y los dibujé.
Sin ese paso, hace tantos años, nunca me habría amado lo suficiente como para solicitar siquiera asistir al Retiro Saprea. Allí aprendí por qué reacciono a las cosas como lo hago y cómo no vivir con ello, sino superarlo. Me fui el último día con algo que necesitaba desesperadamente… Esperanza. Esperanza de que un día mi pasado quedará atrás. Esperanza de que el pánico y la ansiedad no ganarán para siempre. Esperanza de que mi vida puede ser mejor con la verdad de que merezco el esfuerzo.
-Amy, Sobreviviente