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HISTORIAS DE SOBREVIVIENTES

No ha sido fácil pero vale la pena

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Yo era la hija menor del primer matrimonio de mi padre. Mi madre padecía una enfermedad mental y abusaba físicamente de mí. Con el tiempo mis padres se divorciaron. Mi padre siempre estaba trabajando y de viaje. Cuando se casó con mi madrastra, mis dos hermanas mayores y yo nos fuimos a vivir con ellos. Los bebés empezaron a llegar casi de inmediato. De algún modo, yo me perdí en la confusión. Haberme criado con una negligencia benigna me dejó expuesta a las personas malintencionadas. Me acercaba a cualquiera que me prestara atención y, antes de ir a la escuela primaria, alguien del vecindario había abusado de mí. Por aquel entonces, no se hizo mucho al respecto. Mi madrastra se centraba en sus hijos y mi padre trabajaba.

Desde que tenía 7 años, pasaba los veranos en el YMCA (un centro cultural para niños y jóvenes). Mi padre me dejaba a las 7:30 de camino a su oficina y me quedaba allí hasta que me recogía de camino a casa al final del día. Eso me mantenía alejada de mi madrastra. No era una niña mala, sólo estorbaba. Tenía muy poca supervisión y cuidados. A la hora de comer, cuando el centro cerraba, recorría los 5 km que me separaban de la biblioteca pública para leer y coger libros. A menudo encontraba un bocadillo extra de uno de los bibliotecarios que se había dado cuenta de que iba todos los días (los sábados me dejaban en la biblioteca a la hora de apertura y me recogían a la hora de cierre). Con el tiempo me contrataron para trabajar como profesora de natación y salvavida. En la piscina de la YMCA me sometían a constantes tocamientos, agarrones, roces y un acoso físico cada vez más agresivo. Se convirtió en algo normal para mí. Sólo intentaba evitar a los peores agresores.

A los 16 años empecé a trabajar en el hospital local como auxiliar de enfermería. Una noche me agredieron en el aparcamiento y me llevaron de vuelta para que me trataran en la sala de urgencias de mi hospital. Supliqué a mis compañeros de trabajo que no dijeran a mis padres que también había sido agredida sexualmente. No fue hasta más tarde cuando finalmente tuve que contar toda la historia. De eso hace 40 años. Pensaba que lo había superado todo, pero la muerte de mi padre hace 3 años hizo que volviera a surgir. He trabajado duro estos tres últimos años para encontrar una nueva paz, conmigo misma y con toda mi familia. No ha sido fácil, pero merece la pena.

-Mary Elizabeth, Sobreviviente