Niño en la ventana

Nací en un precioso pueblecito de Belfast, Irlanda del Norte. Los primeros nueve años de mi vida fueron maravillosos. Sin embargo, en 1967, mi infancia se vio bruscamente arruinada por el hermano mayor de mi mejor amigo.

A menudo, cuando iba a jugar a casa de mi mejor amigo, su hermano mayor estaba en casa escondido en las sombras esperando su oportunidad para abusar de mí. Recuerdo estar allí y oír el ruido de una puerta al cerrarse y saber que estaba en problemas. Sentía que se me estremecían las entrañas al saber lo que me esperaba.

Sufrir abuso por su parte durante casi tres años y sentir que mi amigo debía salir en mi defensa y no permitir que su hermano abusara sexualmente de mí me dejó impactado. No puedo entender por qué seguía considerándole mi mejor amigo.

La vergüenza me carcomía por dentro, y el caso es que ni siquiera era mi vergüenza la que tenía que cargar. Sentía que lo era, pero no era culpa mía. Yo era el que había sufrido el abuso, pero por alguna razón seguía sintiendo la necesidad de guardar ese conocimiento dentro de mí, demasiado avergonzado para compartirlo con nadie. Sentía que esta vergüenza justificaba mi dolor.

Tardé muchos años en contarle a alguien este abuso. Fue duro y me dolió. Y, sin embargo, eso era lo que necesitaba hacer, sacarlo a la luz. Sin embargo, hablar por fin de ello me obligó a afrontar este trauma. El tiempo y la ayuda de las personas adecuadas trajeron sanación. Ahora soy capaz de identificar los efectos de mi abuso y de darme cuenta de cuántas otras personas han pasado por experiencias similares.

Sin embargo, una cosa que sé con certeza es que es necesario afrontarlo para que comience la sanación y que, si yo puedo atravesar ese largo y oscuro túnel y llegar al otro lado, tú también puedes. Ése es mi deseo más profundo para ti: ¡tú lo vales!

– James, Sobreviviente