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HISTORIAS DE SOBREVIVIENTES

Ni de lejos quien yo quería ser

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Es muy difícil oír hablar de abuso sexual infantil. Es aún más difícil cuando la historia se trata de ti. Durante más de 20 años me guardé todo el dolor, la culpa y la vergüenza. Nunca le conté a nadie lo que me había pasado hasta los 30 años. Dejé a un lado todos los sentimientos asociados al abuso e intenté no reconocer que había ocurrido. A veces me asaltaba, pero siempre conseguía apartarlo.

Llegó un momento en que ya no pude apartar los recuerdos. Por fuera, parecía tener una vida muy próspera. Tenía una familia preciosa, un negocio en expansión, una casa bonita… pero por dentro me sentía destrozada. No era ni de lejos la persona que quería ser. Estaba tan avergonzada y abochornada que realmente creía que nunca podría contárselo a nadie. Finalmente me armé de valor y se lo conté a un par de personas, pero eso no mejoró las cosas. Sólo lo hizo más real. Me pasaba horas cada día deseando que todo aquello no hubiera ocurrido nunca y que pudiera hacer desaparecer el dolor. Por mucho deseara que desapareciera, seguía ahí. Fui a terapia, pero me costaba ser franca con mi terapeuta. Leí algunos libros de autoayuda sobre sanación. Todos los libros parecían decir: «Es muy duro, pero la sanación del abuso sexual infantil es posible». Quería gritar porque no veía cómo podía hacer desaparecer el dolor.

Un día, estaba hablando con una amiga en la que había confiado. Me habló del Retiro Saprea y pensé: «Oh, suena bien, pero yo nunca podría hacerlo». Cuando por fin entré en el sitio web de Saprea y leí lo que hacían, sentí que Dios me decía que fuera. Presenté mi solicitud para el retiro ese mismo día y me admitieron bastante rápido. Estaba muy nerviosa por ir, pero lo conseguí, y creo sinceramente que ha cambiado mi vida para siempre.

En el Retiro de Saprea aprendí que no estoy sola. Durante mucho tiempo, me sentí muy sola en mi lucha. Ahora conozco a otras 23 personas que han sentido lo mismo que yo. Mientras escuchaba a algunas mujeres contar sus historias, inmediatamente sentí mucha compasión por ellas. Por fin me di cuenta de que necesitaba darme a mí misma esa misma compasión. Durante tanto tiempo cargué con esos pensamientos autodestructivos y por fin pude sentir que no todo era culpa mía. La educación que recibí en el retiro es lo que siento que realmente cambió el curso de mi vida. Ahora sé qué pasos puedo dar para cambiar mis acciones y cómo me siento conmigo misma. Tengo un sistema de apoyo y un plan. Sé que esta jornada todavía va a requerir mucho esfuerzo por mi parte, pero por fin siento ESPERANZA, por fin siento paz y por fin siento que tengo un propósito.

-Sarah, Sobreviviente