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HISTORIAS DE SOBREVIVIENTES

Mi sonrisa ya no es mi escudo

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Sonreír era mi mecanismo de supervivencia, ya que la gente no suele preguntarle a una persona sonriente: «¿Qué te pasa?». Me escondí detrás de mi sonrisa durante mucho tiempo, avergonzada de lo que me había pasado. Creía que, si lo ignoraba entonces nunca había ocurrido; pero tenía el corazón roto y necesitaba afrontarlo.

Siempre me había engañado a mí misma esperando lo peor de todo, porque cualquier cosa por encima de ese peor escenario que acabas de crear en tu cabeza va a ser una ventaja. ¿Verdad? Incorrecto; me expuse a más cosas malas que buenas utilizando mi trauma como base de referencia. Que me griten por algo que no he hecho no es tan malo como mi trauma, pero tampoco es bueno. Necesitaba encontrar el valor para defenderme.

De hecho, mi hermano me animó a buscar ayuda en el Retiro Saprea e hizo casi imposible que me negara, porque me había convencido completamente de que estaba bien, ya que era una persona con mucho éxito en la sociedad. Sabía que necesitaba soltarme de verdad y le estaré eternamente agradecida por conocerme mejor de lo que yo me conocía a mí misma. Mi jornada comenzó en este retiro y me siento revitalizada para las lecciones de la vida.

Me sorprendió mucho cómo cuatro días pueden parecer tan poco tiempo, pero tener un impacto tan duradero. Ir a un lugar con otros desconocidos parecía desalentador, pero fui. Me apunté a todo lo que ofrecían y esperaba ver múltiples sesiones de llanto sorpresa añadidas en el programa a mi llegada, pero me sentí tan aliviada cuando llegué y me tranquilicé al instante con las relajantes montañas, el enorme albergue rodeado de lagos, arroyos y simplemente paz (sin sesiones de llanto en absoluto).

Mi parte favorita fue el diario artístico. Aprendí a reconectar con una parte artística de mí misma que había perdido en mi infancia; ahora dibujo, pinto y construyo más que nunca. Conocí a algunas de las sobrevivientes más increíbles que alguien podría pedir conocer y sigo siendo amiga de todas ellas. Encontré valor, fuerza, perdón y motivación en mí misma mientras estaba en el retiro. Soy digna y soy suficiente. Dos años después, sigo haciéndome más fuerte y ayudando a tantas supervivientes como puedo en el camino.

Ahora sonrío, no para esconderme. Pero por primera vez en mucho tiempo, estoy verdaderamente contenta conmigo misma y con el lugar al que voy en la vida. Ya no soy una víctima, sino una fuerte superviviente.

-Margaret, Sobreviviente