Mi historia dista mucho de ser perfecta
A veces en mi vida he gastado mucha energía intentando organizar la imagen perfecta de la normalidad, signifique lo que signifique la normalidad. Y el abuso sexual nunca formó parte de esa normalidad. Estaba muy lejos de serlo. Era lo último que quería en esa imagen perfecta de mí. Y sentí que quizá también era lo último que los demás querían en esa imagen de mí.
Trabajé duro para enterrar ese pasado. Creo que ese enterramiento empezó incluso durante el propio abuso. Cuando a los 9 años te dicen que nadie debe saberlo, que serás tú quien tenga problemas si sale a la luz, aprendes rápidamente a negar lo que es real y a pintar una imagen diferente que los demás -y tú- puedan aceptar.
Pero, por si aún no lo has adivinado, no existe la imagen perfecta. Y es difícil enterrar algo sin que sus feas raíces se aprieten alrededor de lo más profundo de ti. He luchado contra la ansiedad y los síntomas del trastorno de estrés postraumático (TEPT) a consecuencia de ello. Intenté manejar los flashbacks y las pesadillas por mi cuenta. Nunca fui capaz de controlarlo todo.
Con el tiempo, la terapia me ha ayudado. Los amigos íntimos y la familia me han ayudado. Me ha ayudado un marido paciente y cariñoso. Y el año pasado, inesperadamente, me ayudó el Retiro Saprea.
La vergüenza casi me convence para no apuntarme. Me topé con el retiro en Instagram, de entre todos los sitios. Presenté la solicitud, tuve una entrevista telefónica y casi tenía comprados los boletos de avión a Georgia antes incluso de mencionarle nada a mi marido. Creo que fue porque decir que iba a un retiro para mujeres sobrevivientes de abuso sexual haría que [el abuso] volviera a ser demasiado real.
Pero fui, aunque tenía miedo. Y me alegro mucho de haberlo hecho. Aprendí mucho sobre la vergüenza y esas vocecillas que me perseguían diciéndome que no podía buscar la sanación ni hablar de una parte tan importante de mi vida. Voces vergonzosas que me decían quién soy (o no soy) a causa de ese abuso. Por una vez, me sentí conectada a un grupo de mujeres que lo entendían todo. Nos sentamos juntas en «lo incómodo», capaces de decir esas palabras tan valiosas: «Yo también».
Sigo adelante sabiendo que esta historia mía dista mucho de ser perfecta. Sigo intentando desenredarme de las peores partes de ella, pero tengo mucha más confianza en quién soy gracias a ella y en cómo puedo dar esperanza a los demás a través de ella.
-Marissa, Sobreviviente