Era una prisionera en mi propio cuerpo

Estaba rota, perdida, sin saber quién era ni qué quería ser. Era una prisionera en mi propio cuerpo que caminaba sin esperanza cada día. Dejé que lo que me ocurrió de niña, de adolescente, definiera quién era. Sufrí en silencio y nunca conté a nadie la tortura en que me convertí. Mi marido fue uno, con paciencia y amor fue astillando los muros construidos. Pieza a pieza me condujo al camino que sería para siempre mi Hogar.

Tuve tres abortos espontáneos consecutivos. Me dijeron que el dolor y el estrés podían estar detonando un desequilibrio en mi cuerpo. Y que necesitaba buscar un terapeuta. El último aborto fue cuatro días antes de mi visita al Retiro Saprea. No quería ir, quería caer en el abismo de mi depresión.

Quería darme la vuelta en la terminal, pero seguía oyendo mi voz interior decir: «Ve y sé libre». Encontré una nueva familia, una familia cariñosa, una familia que no me juzgaba, un refugio seguro. Compartí mi historia y los muros se derrumbaron, y fui liberada. Encontrarme a mí misma fue mi lucha, la lucha de ¿Por qué yo? ¡Pero día tras día soy Libre! Libre de ser yo, libre de preocupaciones y en paz con quien soy. Eso nunca habría ocurrido sin el amor y el apoyo de Saprea.

Ser libre no te pone límites, te vuelves ilimitada.

-Abril, Sobreviviente