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HISTORIAS DE SOBREVIVIENTES

El abuso no es una competencia de quién lo pasó peor.

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«No fue tan malo».
«Otros lo pasaron peor que yo».
«Tengo una buena vida; debería estar agradecida».
«Supéralo, entiérralo otra vez».

Éstas fueron las cosas que me dije a mí misma durante muchos años por haber sufrido abuso sexual a los 4 años. Me mantenía tan ocupada que no me daba tiempo para afrontarlo. Pude enterrarlo profundamente, mantenerlo oculto durante décadas, hasta que se produjo una reacción en cadena de acontecimientos que me obligaron a desenterrar aquellos temidos recuerdos.

Convertirme en madre.
Aprender sobre la misión de mi empresa.
Escuchar historias de otras sobrevivientes.
Pero el factor más importante que me llevó finalmente a pasar a la acción fue que mi hija cumpliera cuatro años. Los recuerdos vívidos me inundaban, el miedo y la rabia dominaban cada día. No podía dejar de revivir el pasado y sentía que mi hija estaba condenada a correr la misma suerte que yo a menos que controlara todos sus movimientos. Y su hermano mayor -en mi mente- estaba destinado a ser un depredador, simplemente porque era varón. Qué horrible ciclo diario, no poder disfrutar plenamente de mis hijos. Tenía que hacer un cambio por mi familia. Por mí.

Al abrirme y enfrentarme a mi pasado, me vi rodeada de amigos, una terapeuta, una iglesia y compañeros de equipo que me ayudaron a darme cuenta de que yo también merecía esperanza y felicidad. Que el abuso no es un concurso de quién lo pasó peor, TODOS somos dignos de sanación.

En el Retiro Saprea de agosto de 2018, me presentaron a una red de mujeres como yo, la 1 de cada 4 que se niega a permanecer en silencio. Las voces fuertes que harán un cambio. Mujeres que ya no temen, sino que viven cada día con valentía y esperanza. Mujeres que se sostienen unas a otras en los días difíciles y se animan mutuamente en las victorias diarias. No las conocía antes del verano de 2018, pero ahora siento que las conozco desde siempre.

Tuvimos varias experiencias de sanación y educación en el Retiro de Saprea, como yoga, Muay Thai, arte y cursos educativos. El momento más impactante para mí fue aprender lo siguiente: los traumas en la infancia afectan al cerebro, y el cerebro no termina de desarrollarse hasta mediados de los 20 años. El cerebro tiene dos partes principales: el sistema límbico emocional y el córtex prefrontal racional. Los traumas sexuales en la infancia hacen que el sistema límbico funcione a toda máquina, y a menudo eclipsa la parte lógica de la mente.

Me ha costado mucho entender por qué mi corazón siente de una manera, pero algunas de mis acciones de joven no se alineaban con mi moral y mis creencias. Descubrir que mi cerebro estaba programado para reaccionar emocionalmente en lugar de utilizar el pensamiento racional… este hecho me hizo llorar, ya que era una carta proverbial para «salir libre de la cárcel». No es que no siga sintiendo culpa y arrepentimiento por algunos de mis comportamientos, pero aprendí que no todo era culpa mía.

Esta jornada es precisamente eso. Una jornada de por vida que tendrá sus altibajos. Pero en 2018, a través del Retiro Saprea, puedo decir con certeza que he progresado más que nunca. Gracias no es suficiente, y las palabras nunca podrán expresar toda mi gratitud. Para demostrar lo agradecida que estoy, utilizaré para siempre mi voz y llegaré a otras personas que necesiten esta experiencia de sanación, igual que yo.

-Keely, Sobreviviente