Compartir es una forma de empoderarme para tener voz
Mi abuso empezó a los 9 años y continuó hasta los 15 años. Fueron 6 largos años de vivir con el miedo constante de lo que iba a ocurrir a continuación. Era un secreto compartido entre quien abusaba de mí y yo, aunque él nunca me dijo explícitamente que lo mantuviera en secreto, me sentía sucia al contárselo a alguien más. Además, me aterrorizaba lo que pudiera pasar si decía algo. Me dijo que nunca nadie me querría tanto como él y eso me ponía nerviosa por la posibilidad de perderle si decía algo.
El abuso sexual infantil es un tipo de dolor que se incrusta en tu alma. No me daba cuenta de lo profundos que eran el dolor y el trauma. Lo había encerrado durante años. Sin embargo, empecé a profundizar realmente y a trabajar para sanar a mediados de mis 20 años. Creía que había sanado, pero no fue hasta que asistí al Retiro Saprea (a mediados de los 30) cuando sané de verdad. Este retiro, el lugar, el personal y las demás asistentes me hicieron sentir como en casa. Nunca había sentido tanto amor y aceptación con un grupo de desconocidos en cuestión de horas. Fue realmente una experiencia que me cambió la vida y que recomiendo encarecidamente a cualquiera que esté pensando en asistir.
Llevo muchos años compartiendo mi historia porque siento que compartirla es una forma de empoderarme para tener voz y una forma de ayudar a los demás a sentir que no están solos. Compartir y defender no fue suficiente para mi jornada de sanación. Necesitaba este retiro para mirarme a mí misma más de cerca y comprender cómo este tipo concreto de abuso puede dañar a un niño y cambiar la química del cerebro. Me dio un aprecio más profundo por todo lo que he superado. Y, aunque no siempre tengo la sensación de haber hecho mucho en mi vida, pude comprender que lo que he logrado se siente aún más sustancial por las cosas que he tenido que superar. Desde que terminé el retiro, siento que tengo aún más que compartir y me siento más segura de la mujer en la que me he convertido. Mi nueva misión es ser una voz más grande para los que no pueden hablar y seguir ayudando a otros a sanar y crecer. El abuso no tiene por qué dictar quiénes somos para el resto de nuestras vidas.
-Trudy, Sobreviviente