Sin una buena razón

Tenía siete años cuando empezó el abuso, y continuó hasta los catorce. No parece tanto tiempo, pero el tiempo era inconmensurable mientras ocurría. Recuerdo que una noche me desperté de una pesadilla y me dije: «Si puedo sobrevivir mientras ocurre, podré sobrevivir cuando acabe», pero estaba muy equivocada. Era casi como si hubiera perdido toda razón para sentirme como me sentía, cuando estaba ocurriendo, podía señalar a las personas que me hacían daño y decir: «Eso es lo malo, eso es lo que me causa dolor», pero después de que las cosas terminaran, sentía que no tenía ninguna buena razón para sentir lo que sentía, así que mi culpa no hacía más que expandirse.

Acabé hablando con alguien de mi escuela y su deber de asistencia fue transmitirlo al responsable de protección y, finalmente, a la policía. Recuerdo que la policía se presentó en mi casa en una furgoneta, supongo que entré en modo pánico y exactamente lo que me habían enseñado a hacer, lo negué todo y le dije a la policía que me lo había inventado todo. Hice que mi familia, la policía, el colegio y la persona en quien más confiaba creyeran que había mentido, sobre todo.

Creo que fue lo más difícil que he hecho, así que decidí decir la verdad. Aún no estoy segura de si todos me creen o no, pero para ser sincera, eso no es importante, lo importante es que las cosas siguen adelante. Algo que esta experiencia me ha enseñado es que el abuso sexual trasciende la raza, la religión y la clase social, es algo que puede romperte o hacerte.

-Alice, Sobreviviente