Los sueños sí se hacen realidad

No tengo muchos recuerdos de infancia llenos de alegría, risas o una sensación de normalidad. Mi primer recuerdo de abuso es de los 5 años. Desde entonces, mi mente y mi corazón necesitaban encontrar algo con lo que pudiera relacionarme, sentirme segura, encontrar una conexión. En la época más oscura de mi vida, mis caballos, perros y gatos eran mi familia, mi seguridad, mi razón de vivir. Soñaba que era Cenicienta, y encontraba consuelo con los animales como ella. Me necesitaban tanto como yo a ellos. Encontré mi propósito. Por suerte, a lo largo de los años, mi vida ha girado en torno a mi familia de dos y cuatro piernas.

A medida que crecía, dejé de soñar con ser Cenicienta hasta el día en que entré en el largo camino de entrada nevado y arbolado del Retiro Saprea. Al salir de casa, sentía un miedo absoluto. Al entrar en el aeropuerto, estuve a punto de volverme atrás. Algo tiró de mí y me dijo: ten fe. Enfréntate a tu Miedo. Puedes hacerlo. Y lo hice.

Al llegar al Retiro Saprea, nos encontramos con dos enormes puertas que cambiarían mi vida. Eran las puertas de la sanación, la fuerza, la aceptación y, lo mejor de todo, estaba rodeada de mujeres que eran como yo. Por primera vez en mi vida no era una extraña. Las miré a los ojos y me vi a mí misma en muchos aspectos. En silencio, sentí consuelo y una extraña sensación de paz.

Durante esos cuatro días que pasamos juntas aprendiendo, compartiendo, creciendo, fue agotador, emotivo pero estimulante, poderoso y fortalecedor. Estas mujeres son, y siempre serán, las hermanas más valientes de mi vida. Estamos conectadas. Somos Guerreras. Está bien ser quienes somos.

Nunca pensé que tendría la oportunidad de decir que me sentía Cenicienta otra vez. No la Cenicienta encerrada con el abuso, sino la Cenicienta que baila en un salón, alegre y hermosa. Gracias a todos los que me ayudaron a volver a vivir mis sueños.

-Katrine, Sobreviviente