El abuso es como una herida

Tenía nueve años cuando un amigo de la familia y socio de mis padres, varias décadas mayor que yo, empezó a abusar sexualmente de mí. Recuerdo cuando me pusieron los frenos en los dientes de niña y el abuso era tan frecuentes en aquella época. Todas las técnicas de ruptura lenta de límites en la relación habían provocado que para entonces careciera de límites (o de comprensión por mi parte).

El abuso se prolongó durante muchos, muchos años, hasta mi adolescencia, y quien abusaba de mí se apropió de muchos de los momentos que deberían haber sido importantes o especiales en mi vida.

Me programó para que creyera que éramos los mejores amigos y que él era «la única persona que me entendía» y encontraba formas de tratarme de forma especial y eso me hacía sentir bien. Por desgracia, también tenía momentos en los que cambiaban las cosas y se ponía muy sádico, y eso me sacudía mucho.

Un punto de inflexión importante para mí fue cuando era adolescente y quien abusaba de mí hablaba de temas de adultos, y cuando yo le decía lo que pensaba, él decía «bueno, tú eres sólo una niña», y no tenía sentido que para él yo fuera una «niña» y él siguiera haciendo lo que me hacía.

Creo que los sobrevivientes nunca podremos dejar de lado el hecho de que sufrimos abuso. Es un trauma y forma parte de nosotros. Como una herida que no queremos reabrir. A menudo seguimos poniendo una tirita sobre ella, pero si no se cura nunca mejorará.

Esto puede causar una espiral descendente increíble, y a mí me pasó. Odio hacia uno mismo, inseguridad, ira hacia el mundo, hacia los que te quieren, problemas de rechazo o sentimientos de eliminación. A menudo la gente se hace daño a sí misma, busca el tipo equivocado de atención o incluso entra en negación después o al enfrentarse al abuso.

Cuando se rompen tus límites y te violan a este nivel, sobre todo cuando eres demasiado joven para comprender plenamente lo que ocurre y teniendo en cuenta la traición de la confianza y, a menudo, el uso del poder, se rompen todos nuestros puntos de vista respecto a la bondad y la protección y se llega a nuestro núcleo, creando un niño interior roto que perdura en nosotros.

Tardé mucho en darme cuenta de que el perpetrador causó esto, el perpetrador hizo que yo llevara esta carga y este dolor. Lamentablemente, estoy segura de que, debido al proceso de acondicionamiento o grooming, tardé mucho tiempo en darme cuenta realmente de que lo que ocurría era abuso.

Los abusadores pueden hacer que nos cuestionemos a nosotros mismos. Luego, muy a menudo, se van cabalgando hacia la puesta de sol, dejando que abusen física y emocionalmente de los demás, mientras las víctimas nos replegamos en nuestro interior confundidas, avergonzadas y demasiado asustadas para hablar.

Asumir lo que me ocurrió y cómo me afectó fueron los primeros pasos de un camino largo y en cierto modo interminable para iniciar el proceso de sanación. Tuve que comprender que no era culpa mía y que sólo era una niña que debería haber podido confiar en el adulto de mi vida. Es injusto que como víctimas asumamos tanta vergüenza y responsabilidad, teniendo en cuenta que no tenemos NINGUNA.

Estoy muy agradecida de tener una familia que me apoya y una red de defensores y especialistas en salud mental que me ayudaron a superar esto con empatía y compasión.

Sé que, por desgracia, no todo el mundo tiene la misma red de apoyo, ya sea por las circunstancias o por el hecho de sufrir en silencio, pero, por suerte, hoy en día hay muchas redes y especialistas que pueden ayudar a los sobrevivientes en esta jornada de sanación para que no tengan que hacerlo solos.

La primera vez que hablé públicamente de mi abuso fue en 2018, y recibí un enorme apoyo, pero también reacciones negativas y vergüenza. Ahora mi misión va a ser ayudar a otras sobrevivientes a sobrellevar el dolor de esta inmensa carga y educar al público sobre cómo esto ocurre en proporciones tan asombrosas.

Soy defensora, bloguera, compositora, madre, hija, hermana y sobreviviente.

-Tessa, Sobreviviente