Dejo que mi duda se desvanezca en la paz

Hubo un momento, no mucho después de cruzar la puerta principal, en el que tuve que quedarme quieta y en silencio un momento y dejarme sentirlo todo. Lo desconocido suele darme bastante miedo, pero, extrañamente, no sentí miedo. Lo primero que sentí fue una sensación que parece no tener palabras para describirla. Era como si todas aquellas personas fueran realmente nuevas para mí, pero las conociera de toda la vida.

La casa era una casa en la que nunca había estado, pero me sentía como en casa. La energía estaba en pleno apogeo, pero había calma. Todas las dudas que tenía, todas las inseguridades que sentía, todas las cosas que me preocupaban simplemente desaparecieron. Todas esas preocupaciones fueron sustituidas por el deseo de asimilarlo todo. Asimilar la educación, la belleza, la increíble oportunidad que me habían dado, pero sobre todo asimilar el amor.

Dios mío, el amor. Es un tipo de amor que llena el corazón, el alma y el cerebro y que parece surgir de amistades realmente duraderas o de relaciones que se desarrollan con el tiempo, pero para mí ocurrió el primer día del Retiro Saprea. Las relaciones que entablé con mis nuevas hermanas son relaciones para toda la vida, del tipo que surge del respeto mutuo, el amor, la admiración y el deseo de amar realmente a otra persona.

Estas mujeres no son víctimas, son las sobrevivientes más valientes que jamás conocerás, créeme. Toda persona a la que le haya cambiado la vida alguna vez el abuso sexual infantil, debería encontrarse en los brazos de estas sobrevivientes. Encontrarás fuerza, resiliencia, valentía, humor y encontrarás amor.

-Diane, Sobreviviente